Señor, que yo nunca olvide cuán grande es tu amor por mí. Te agradezco por el inmenso sacrificio de Jesús en la cruz a través del cual puedo tener vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
(Juan 3:16)